Poet's Abbey (Blog de lecturas)


El viejo mundo y el nuevo (1492-1650)

Cada país, cada persona, puede sentir a veces que es excepcional. En España existe un sentimiento de fracaso muy arraigado en la sociedad, según el historiador británico Elliott

Hay que desmontar el mito de la excepcionalidad de la historia de las naciones. 

La historia de España no se puede reducir a una narración única desde el punto de vista de Castilla. Es una historia mucho más compleja. Para algunos, puede ser una historia más o menos gloriosa, con los navegantes exploradores en las costas americanas o los tercios en los campos de batalla de Ceriñola a Rocroi. Para otros, es una historia más o menos triste, o tristísima, en el sentido de que perdió grandes oportunidades históricas, y que sufrió demasiadas veces el peso de gobernantes inútiles, reyes estúpidos y tiranos pérfidos

De todos modos, no creo que sea más triste que la de otros países. Todo depende del cristal con que se mira. El principal problema es confundir hechos y opiniones, e ignorar que la Historia se escribe siempre desde la subjetividad. Las opiniones se basan en sentimientos y las argumentaciones en la interpretación de los hechos.

En esta obra, Elliott acuña el término "mundo atlántico" para estudiar las relaciones del viejo mundo europeo con el nuevo mundo americano. El papel de España entre 1492 y 1650 resultó decisivo al esparcirse por todo el continente fundando ciudades y creando el sentimiento de una sociedad atlántica que perduró hasta las Cortes de Cádiz.



Una Europa convencida de nuevo de la maldad innata del hombre, y cada vez más consciente de la necesidad de una poderosa organización estatal que reprimiese las fuerzas del desorden, tenía escasa inclinación a idealizar las virtudes de las sociedades primitivas. [...] El Nuevo Mundo parecía que había sido aceptado y asimilado por una Europa cuyos triunfos sobre los pueblos islámicos del Este y sobre los pueblos paganos del Oeste le habían proporcionado una arrogante seguridad sobre sí misma. En el aspecto material había salido ganando con América; pero en los aspectos espiritual e intelectual había ganado menos. Sin embargo, incluso en éstos había enriquecido su experiencia de tal manera que Europa ya no era la misma. (p. 129)

John H. Elliott, El viejo mundo y el nuevo, 1970




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