Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Homo Deus

Inquietante. Así se podría resumir la continuación de Sapiens. El autor israelí afirma, en este ensayo sobre el futuro, que vamos de cabeza al transhumanismo, o al final de la raza humana. 

El siguiente paso de la muerte de Dios (promulgada por Nietzsche en el siglo XIX) es la muerte de lo humano y el nacimiento de una raza nueva, superhumana (al alcance, quizá, sólo de una élite, que no será sólo económica, sino biológica).

Para Hararila muerte no es un problema filosófico, sino técnico. No somos más que una suma compleja de algoritmos bioquímicos y genes. "El individuo libre es sólo un cuento ficticio pergeñado por una asamblea de algoritmos bioquímicos". La conciencia es creada por reacciones electroquímicas que tienen lugar en el cerebro, y las experiencias sólo son procesamiento de datos. 

Este ensayo bien se podría leer con la música diseñada por inteligencia artificial de Cope. La religión de los datos, hija de la biología y la informática, nos avisa de que la inteligencia artificial ya es capaz de "crear" arte, de copiar a Bach e imitar su estilo, de procesar nuestras emociones y de influir nuestro pensamiento.

En resumen, los organismos son algoritmos y la vida es procesamiento de datos. La inteligencia se desconecta de la conciencia. Y los algoritmos pronto nos conocerán mejor que nos conocemos nosotros mismos. ¿Es ciencia ficción o un análisis científico de las investigaciones en inteligencia artificial? Si es lo segundo, ya no habrá más trascendencia, ni libertad, ni conciencia, ni arte, ni ideología, ni religión. No habrá humanidad posible.



Las escuelas se fundaron para producir ciudadanos hábiles y obedientes que sirvieran lealmente a la nación. A los dieciocho años de edad, los jóvenes no sólo tenían que ser patriotas, sino también estar alfabetizados para poder leer la orden del día del brigadier y redactar la estrategia de batalla del día siguiente. Tenían que saber matemáticas para calcular la trayectoria de los proyectiles o descifrar el código secreto del enemigo. 

(...) Cuando las escuelas empezaron a evaluar a la gente según calificaciones numéricas precisas, la vida de millones de estudiantes y profesores cambió drásticamente. Las calificaciones son un invento relativamente nuevo. A los cazadores-recolectores no se les calificó nunca por sus logros, e, incluso miles de años después de la revolución agrícola, pocos sistemas educativos utilizaban calificaciones precisas. Un aprendiz de zapatero medieval no recibía al final del año un pedazo de papel que dijera que había conseguido un sobresaliente en cordones pero un aprobado en hebillas. Un estudiante en la época de Shakespeare se iba de Oxford con sólo uno de dos resultados posibles: con un grado o sin él. Nadie pensó en dar a un estudiante una nota final de 74 y a otro, un 88.

En el siglo XXI, la censura funciona avasallando a la gente con información irrelevante. La gente, simplemente, no sabe a qué prestar atención, y a menudo pasa el tiempo investigando y debatiendo asuntos secundarios. En tiempos antiguos, tener poder significaba tener acceso a los datos. Hoy en día, tener poder significa qué obviar. 

Yuval Noah Harari, Homo Deus, 2016


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